viernes, 25 de enero de 2013

¿Estructuralismo o juego del lenguaje?


En los ensayos anteriores -publicados en este blog- nos hemos referido sobre los diferentes dilemas de la filosofía, específicamente con la cuestión del conocimiento y el nexo de éste con el pensar. En esta ocasión haremos un viraje sobre el vehículo del pensamiento que precisamente traslada ese conocimiento, nos referiremos entonces al lenguaje.

El lenguaje humano se caracteriza por su versatilidad, por su capacidad de representar objetos. El lenguaje evoca diferentes significados en distintas épocas. No significa lo mismo la rosa en literatura, que en biología o jardinería. El proceso de transformación del ser humano [hominización (determinados primates obtienen rasgos propios como el estado bípedo) y humanización (tiene que ver con la sociabilidad como el conocimiento y el mismo lenguaje)] es paralelo con el desarrollo evolutivo del lenguaje. Para Noam Chomski, filósofo y activista estadounidense, ciertas estructuras lingüísticas están dentro de la estructura innata del ser humano. De igual manera el lenguaje no se puede separar del contexto social porque se adquiere de manera social.

El lenguaje fue objeto de reflexión en la época de la antigua Grecia. Muchos pensadores griegos equipararon de algún modo “lenguaje” y “razón”: ser un “animal racional” significaba en gran parte ser un “ente capaz de hablar” y, al hablar, reflejar el universo. Para el filósofo Ernst Cassirer, la “pregunta filosófica por el lenguaje es en el fondo tan antigua como la pregunta por la naturaleza y por el origen del Ser”. Crátilo es la primera obra de la historia sobre lenguaje. Su autor, Platón, encabeza la relación de pensadores más influyentes de todos los tiempos. Esta obra plantea un debate sobre la naturalidad o convencionalidad de las palabras, en el que interviene Sócrates como árbitro de la cuestión. La historia de la lingüística ha apreciado en esta obra un antecedente de la teoría del signo lingüístico, el cual ha sido abordado por muchos pensadores como Ferdinand de Saussure, Charles Peirce, Jacques Lacan, Roland Barthes, Umberto Eco, Claude Lévi-Strauss, Michel Foucault,entre otros.


La semiótica o semiología es la ciencia que trata de los sistemas de comunicación dentro de las sociedades humanas. Saussure fue el primero que habló de la semiología y la define como: "Una ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social". Considerar a los signos lingüísticos como una categoría de signos, es casi general, lo que hace de la lingüística una parte de la semiótica.

Por lo expuesto en los últimos párrafos, el estructuralismo ha ocupado un lugar importante porque, en nuestar vida cotidiana, nos estamos relacionando con puros signos; el signo lingüístico es un vehículo del pensamiento. El estructuralismo es un enfoque de las ciencias humanas que creció hasta convertirse en uno de los métodos más utilizados para analizar el lenguaje, la cultura y la sociedad. Por tanto, en términos amplios y básicos, el estructuralismo busca las estructuras a través de las cuales se produce el significado dentro de una cultura. El estructuralismo, como metodología, se divulga en París en la primera mitad de la década de los años sesenta del siglo pasado, y su base etimológica está en la raíz latina structura que significa construir. De acuerdo con esta teoría, el significado es producido y reproducido a través de varias prácticas, fenómenos y actividades que sirven como sistemas de significación (la preparación de la comida y rituales para servirla, ritos religiosos, juegos, textos literarios y no literarios, entretenimiento, entre otros).

Para Ludwig Wittgenstein, filósofo alemán, el pensamiento está traducido por obra y arte del lenguaje. Para él nosotros pensamos con el lenguaje; por eso la importancia de articular lenguaje y pensamiento. La pregunta acá es ¿estamos reflexionando sobre los límites del lenguaje o sobre los límites del pensamiento?

Wittgenstein era de la idea que la racionalidad que puede haber en el lenguaje conlleva mil juegos y contextos distintos, con reglas diferentes para cada uno. Cualquier significado y cualquier sentido que emane del lenguaje siempre es relativo, lo demás son tan sólo fantasmas. En sus propias palabras: “La filosofía es una praxis analítica y crítica del lenguaje, un estilo de vida y de pensar, no una doctrina”. La filosofía -según él- no es un cuerpo doctrinal, no tiene un lenguaje propio ni un método concreto, tan sólo intenta, a partir de preguntas sin fin, aclarar las cosas mediante el esclarecimiento de su presentación lingüística. Por esta forma de ver la filosofía Wittgenstein es considerado un anti-filósofo. Una de sus célebres frases es:cuanto puede decirse , se puede decir claro; y si hay algo de lo que no se puede hablar, se debe callar”.

Contextualizando esta corriente de pensamiento con nuestra realidad, los salvadoreños y salvadoreñas nos topamos todos los días con una clase política que hace uso de estos juegos del lenguaje, nos dicen una cosa cuando realmente es otra. Hacen uso de juegos de palabras que no se apegan a la realidad. Utilizan términos “light” para no ser tan claras o evidentes las cosas. Expresiones como pueblo o popular han sido arrebatados por palabras “blandas” como sociedad civil; el uso de eufemismos como países en vías de desarrollo, cuando realmente somos países cuartomundistas; El Salvador: país de la eterna sonrisa, cuando sólo vemos en nuestra gente rostros de incertidumbre y angustia, entre otros.

Jacques Derrida, crítico literario y filósofo francés, fue uno de los primeros en destruir la pretension del estructuraralismo de haber contestado ya a todas las preguntas. Así que habría que considerarlo “desestructuralista” pues desestructura el lenguaje y los textos, y demuestra que el estructuralismo también tiene bases metafísicas. En ese sentido, nuestra labor como cientistas sociales, como personas que formamos parte del pueblo es esa: someter a un proceso de falsación lo que nos quieren imponer como verdad; desenmascarar lo que nos venden los medios. Con estas ideas pretendo persuadirles y porque no decirlo, provocarles.