En los ensayos anteriores -publicados en este blog- nos hemos
referido sobre los diferentes dilemas de la filosofía,
específicamente con la cuestión del conocimiento y el nexo de éste
con el pensar. En esta ocasión haremos un viraje sobre el vehículo
del pensamiento que precisamente traslada ese conocimiento, nos
referiremos entonces al lenguaje.
El lenguaje humano se caracteriza por su versatilidad, por su
capacidad de representar objetos. El lenguaje evoca diferentes
significados en distintas épocas. No significa lo mismo la rosa en
literatura, que en biología o jardinería. El proceso de
transformación del ser humano [hominización
(determinados primates obtienen rasgos propios como el estado bípedo)
y humanización (tiene que ver con la sociabilidad como el
conocimiento y el mismo lenguaje)] es
paralelo con el desarrollo evolutivo del lenguaje. Para Noam Chomski, filósofo y activista estadounidense, ciertas estructuras lingüísticas están dentro de la estructura innata del ser humano. De igual manera el lenguaje no se puede separar del contexto social porque se adquiere de manera social.
El lenguaje fue objeto de reflexión en la época de la antigua Grecia. Muchos pensadores griegos equipararon de algún modo “lenguaje” y “razón”: ser un “animal racional” significaba en gran parte ser un “ente capaz de hablar” y, al hablar, reflejar el universo. Para el filósofo Ernst Cassirer, la “pregunta filosófica por el lenguaje es en el fondo tan antigua como la pregunta por la naturaleza y por el origen del Ser”. Crátilo es la primera obra de la historia sobre lenguaje. Su autor, Platón, encabeza la relación de pensadores más influyentes de todos los tiempos. Esta obra plantea un debate sobre la naturalidad o convencionalidad de las palabras, en el que interviene Sócrates como árbitro de la cuestión. La historia de la lingüística ha apreciado en esta obra un antecedente de la teoría del signo lingüístico, el cual ha sido abordado por muchos pensadores como Ferdinand de Saussure, Charles Peirce, Jacques Lacan, Roland Barthes, Umberto Eco, Claude Lévi-Strauss, Michel Foucault,entre otros.
La
semiótica o semiología es la ciencia que trata de los sistemas de
comunicación dentro de las sociedades humanas. Saussure fue el primero que habló de la semiología y la define como: "Una ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social". Considerar a los signos lingüísticos como una categoría de signos, es casi general, lo que hace de la lingüística una parte de la semiótica.
Por lo expuesto en los últimos párrafos, el estructuralismo ha
ocupado un lugar importante porque, en nuestar vida cotidiana, nos
estamos relacionando con puros signos; el signo lingüístico es un
vehículo del pensamiento. El estructuralismo es un enfoque de las
ciencias humanas que creció hasta convertirse en uno de los métodos
más utilizados para analizar el lenguaje, la cultura y la sociedad.
Por tanto, en términos amplios y básicos, el estructuralismo busca
las estructuras a través de las cuales se produce el significado
dentro de una cultura. El estructuralismo, como metodología, se
divulga en París en la primera mitad de la década de los años
sesenta del siglo pasado, y su base etimológica está en la raíz
latina structura que
significa construir. De acuerdo con esta teoría, el
significado es producido y reproducido a través de varias prácticas,
fenómenos y actividades que sirven como sistemas de significación
(la preparación de la comida y rituales para servirla, ritos
religiosos, juegos, textos literarios y no literarios,
entretenimiento, entre otros).
Para
Ludwig Wittgenstein, filósofo alemán, el pensamiento está
traducido por obra y arte del lenguaje. Para él nosotros pensamos
con el lenguaje; por eso la importancia de articular lenguaje y
pensamiento. La pregunta acá es ¿estamos reflexionando sobre los
límites del lenguaje o sobre los límites del pensamiento?
Wittgenstein
era de la idea que la racionalidad que puede haber en el lenguaje
conlleva mil juegos y contextos distintos, con reglas diferentes para
cada uno. Cualquier significado y cualquier sentido que emane del
lenguaje siempre es relativo, lo demás son tan sólo fantasmas. En
sus propias palabras: “La filosofía es una praxis analítica y
crítica del lenguaje, un estilo de vida y de pensar, no una
doctrina”. La filosofía -según él- no es un
cuerpo doctrinal, no tiene un lenguaje propio ni un método concreto,
tan sólo intenta, a partir de preguntas sin fin, aclarar las cosas
mediante el esclarecimiento de su presentación lingüística. Por
esta forma de ver la filosofía Wittgenstein es considerado un
anti-filósofo. Una de sus célebres frases es: “cuanto
puede decirse , se puede decir claro; y si hay algo de lo que no se
puede hablar, se debe callar”.
Contextualizando
esta corriente de pensamiento con nuestra realidad, los salvadoreños
y salvadoreñas nos topamos todos los días con una clase política
que hace uso de estos juegos del lenguaje, nos dicen una cosa cuando
realmente es otra. Hacen uso de juegos de palabras que no se apegan a
la realidad. Utilizan términos “light” para no ser tan claras o
evidentes las cosas. Expresiones como pueblo
o popular han sido
arrebatados por palabras “blandas” como sociedad
civil; el uso de eufemismos como países
en vías de desarrollo, cuando realmente somos
países cuartomundistas;
El Salvador: país de la eterna sonrisa, cuando sólo vemos en
nuestra gente rostros de incertidumbre y angustia, entre otros.
Jacques
Derrida, crítico literario y filósofo francés, fue uno de los
primeros en destruir la pretension del estructuraralismo de haber
contestado ya a todas las preguntas. Así que habría que
considerarlo “desestructuralista” pues desestructura el lenguaje
y los textos, y demuestra que el estructuralismo también tiene bases
metafísicas. En ese sentido, nuestra labor como cientistas sociales,
como personas que formamos parte del pueblo es esa: someter a un
proceso de falsación lo que nos quieren imponer como verdad;
desenmascarar lo que nos venden los medios. Con estas ideas pretendo
persuadirles y porque no decirlo, provocarles.