Iniciamos la parte
final de este ensayo retomando la culminación de la parte dos del mismo,
editado en la parte dos de este mismo blog. Abordábamos sobre el
incesante debate entre las ciencias nomotéticas (ciencias que enuncian
leyes de validez universal o principios generales) y las ciencias
ideográficas (ciencias que emiten, representan o describen ideas). La “cuestión
candente” o situación problematizadora entre cada una de éstas radicaba en el
criterio de cientificidad de estas últimas. Eran realmente ciencias las
diversas disciplinas que se acogen con el sobrenombre de humanas, sociales o
del espíritu (historia, psicología, sociología, derecho, economía, pedagogía,
antropología, entre otras). La respuesta dependería del concepto de ciencia que
se utilizara como medida. Para ciertos eruditos o conocedores de la materia las
disciplinas sociales constituían lo que ellos llamaban ciencias sociales; para
otros no lo era: les faltaba emitir leyes como lo hacían las ciencias
verdaderas o físico-naturales. Esta polémica la estamos contextualizando a
partir del siglo XIX y que continúa hasta mediados del siglo XX. La polémica en
sí la constituía lo que se entendería por ciencia ¿qué es la ciencia?
En esto radica la
importancia de estudiar epistemología: en conocer el conocimiento; es decir, el tener una aproximación de las
tradiciones importantes de la filosofía relacionados con el método científico.
Si nos adentramos al horizonte de la
teoría del conocimiento o la filosofía de la ciencia, desde la altura de su
historia y de la postura de los clásicos del pensamiento, identificamos dos vertientes:
la aristotélica y la galileana. Ambas tradiciones
tienen sus raíces y representantes del mundo griego. Aristóteles planteaba la
explicación científica como una progresión o camino inductivo desde las
observaciones hasta los principios / axiomas generales o explicativos. Lo
anterior no significa que no se decantara por el enfoque deductivo, porque si
lo hizo como un segundo momento de la referida explicación científica. La
tendencia galileana como “nueva ciencia” remplaza a la aristotélica
considerando explicación científica como un hecho formulado en términos de
leyes que relacionan fenómenos determinados numéricamente, es decir,
matemáticamente. Referidas explicaciones tomarán las formas de hipótesis
causales (perspectiva mecanicista). Haciendo una sinopsis de este párrafo la
tradición aristotélica se inclina por la inducción y la galileana por la deducción. A esta última,
enmarcado en el contexto de tiempo o temporalidad, pertenecieron Roger Bacon (1214-1292), Duns
Scoto(1265-1308), Guillermo de Occam (1280-1349), entre otros. Estos personajes
fueron influenciados por Platón, san Agustín, Anselmo de Canterbury,
entre otros.
El enfoque inductivo, como metodología, fue recuperado gracias a los aportes de
Francis Bacon a comienzos del siglo XVII, cuando el terreno investigativo
estaba minado por deductivismo puro. Bacon se opone al segundo momento aristotélico
y sostiene que la ciencia debe tener una dimensión práctica más que teórica.
Propone el “método inductivo” que se basa en la razón, la experiencia y la
observación como la verdadera forma de estudiar la realidad, contra el método
falso deductivo (anticipación de la mente) propuesto por Aristóteles. El método
inductivo se apoya en la lógica y como tal saca conclusiones generales de algo
particular, es decir, es un proceso que permite pasar de los enunciados
singulares (“Hoy he comido a las 9 horas”) a las leyes universales (“Siempre
como a las 9 horas). Este caso es el ejemplo típico que se desagrega del libro: “Epistemología para principiantes” de
Denise Najmanovich y Mariano Lucano.
El gran problema de los empiristas –que pretendían que
la ciencia proviene exclusivamente de la
experiencia- era el de conseguir una demostración de la validez del
razonamiento inductivo.
Ya el enfoque
deductivo, y su respectivo método, lo habíamos abordado en la edición anterior.
Ahora es el turno de comentar el método
inductivo hipotético.
El método inductivo hipotético, mejor
conocido como cualitativo, etnográfico, antropológico o caso único se
caracteriza por presentar un esquema inductivo, es decir, parte de una
situación problemática particular de la realidad construyendo en este proceso
teoría, es decir un nivel de abstracción más alto o general del conocimiento.
Por eso se dice que este método parte de lo particular a lo general, de lo
concreto a lo abstracto. Tiene como objetivo la riqueza, la profundidad y calidad de la información,
no la cantidad, ni la estandarización. Una de las bondades de este método es
que crea nueva teoría a partir de los hallazgos aprehendidos de la porción de
la realidad estudiada.
Contiene datos descriptivos, es decir, las propias palabras
de las personas, ya sean habladas o escritas, así como la conducta observable;
comienza con interrogantes sólo vagamente formulados y todas las perspectivas
son valiosas porque a todas las personas las ve como iguales, permite
conocerlas a fondo y experimentar lo que ellas sienten sobre situaciones
propias o problemas de su entorno, cuya esencia se pierde en otros enfoques
investigativos. Asimismo, se preocupa por capturar experiencias en el lenguaje
de los propios individuos, de conjugar
comentarios de la viva voz de los testigos del estudio y de sus entornos
naturales.
Con esta aproximación hemos tratado, de manera somera, de
hacer un abordaje sobre esta polémica en lo que respecta a los paradigmas
deductivo e inductivo.
Ahora, brevemente abonaremos a lo que respecta a la investigación operativa –IVOP- y al
método dialéctico –MD-.
La investigación
operativa nace de las
milicias armadas de los Estados Unidos (fallo de misiles, portaaviones,
radares, otros); el término de operativa surge logrando comprender diferentes procesos
(áreas problemáticas, cuellos de botellas o nudos críticos) ya que precisamente,
la disciplina donde se apoya este método es la teoría de sistemas. La IVOP
parte del conocimiento minucioso del proceso cualificado y cuantificado. Este
método involucra proceso y operaciones
(funcionamiento y proponer soluciones).
La IVOP parte del análisis del problema el cual pregunta: ¿Quiénes
consideran qué es un problema?, ¿por qué constituye un problema?, ¿este
problema parte de otro mayor?, ¿sería más efectivo abordar un problema mayor?,
¿es prioritario resolverlo?, ¿es factible resolverlo ahora?, ¿tenemos recursos
para resolverlo?, ¿quiénes se beneficiarán?,
¿quiénes saldrán afectados?
En la
síntesis de impresiones se identifican las deficiencias formulando preguntas
claves para Identificación de deficiencias: ¿Cómo vincular las demás
dependencias?, ¿quiénes conformarán equipo?
Método
dialéctico:
Utilizado desde la década de los 90’s del siglo
pasado; su máximo expositor es Hugo Zemelman
Merino. Parte de leyes y categorías dialécticas
como apariencia –realidad; fenómeno – esencia; sujeto – objeto; teoría –
práctica; abstracto – concreto; forma y contenido; entre otros.
El uso de este método es crear nueva teoría, es
decir pasa por un proceso dialéctico de construcción – desconstrucción –
reconstrucción. Hace tres lógicas de una sola vez: Construye el objeto de
estudio y lo reconstruye (el problema); aplica crítica epistemológica (lo que
hace generar nuevo conocimiento) y propone alternativas de solución a la
situación abordada.
Finalizo este esfuerzo epistemológico retomando
metafóricamente un texto del cuento del
poeta y escritor argentino Jorge Luís Borges: «El
jardín de senderos que se bifurcan», escrito en 1941,
el cual en traducción gnoseológica quiere decir que los abordajes
contemporáneos del conocimiento hablan de una red en permanente crecimiento,
articulación y reconfiguración; los saberes se enredan, se entrecruzan,
atraviesan, distinguen y confunden con las creencias, la información, la
sabiduría, la comprensión, las explicaciones, las opiniones, las ciencias…no
tienen fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario