domingo, 24 de febrero de 2013

Nuevos apuntes históricos sobre el Hospital Rosales 3/3



En las partes I y II del presente artículo, publicados en las ediciones anteriores,   pretendíamos dejar un claro mensaje  a investigadores, autoridades y otros funcionarios para que se haga una revisión de cómo, por qué y a través de qué vías se cedió, concesionó, donó, se dio en calidad de pago, comodato, entre otros, los diferentes terrenos a los que se hizo referencia y que en la actualidad no son propiedad del Hospital Rosales. Asimismo desmitificar los supuestos que anteriormente -y hasta hoy día- se han manejado en cuanto a que Don José Rosales dejó en calidad de donación todas las parcelas de tierra mencionadas y que están contemplados en su testamento; hemos visto   que no fue así, ya que la mayoría de propiedades fueron compradas en años posteriores a la fundación del Hospital Nacional Rosales, posiblemente sí con dinero proveniente de la fortuna donada por Rosales.

De lo que si hay evidencia es de dos terrenos que fueron comprados por el citado filántropo (los cuales aun  se encuentran inscritos a nombre de él) y que en la actualidad es donde está erigido el nosocomio que lleva su nombre. De igual manera otros predios, que datan de 1888, y que fueron obtenidos mediante un decreto de expropiación de inmuebles para la construcción del Centro Médico Nacional. Es notorio que el Hospital Rosales experimentó un crecimiento a través de los años en cuanto a la obtención de inmuebles, pero a la vez una involución de la misma naturaleza porque se fueron perdiendo algunas propiedades que han sido traspasadas a otras instituciones.

La reflexión que también se hacía era si el sueño de José Rosales fue un acto meramente de altruismo o fue resultado del proceso de secularización, donde en el siglo XIX la iglesia católica -y muchos de sus feligreses-  estaba perdiendo muchos privilegios de corte económico y social, entre ellos expropiaciones y desplazamientos en lo concerniente al sistema educativo (lo público lo asume el Estado y lo privado las diferentes órdenes religiosas establecidas en el país) y administrativo (régimen de cementerios, la inscripción de partidas de nacimiento y de defunción; casamientos, entre otros). Tal hipótesis la formulo al no encontrarle explicación alguna a lo documentado  en la declaratoria décima  del testamento del Sr. Rosales, el cual instituye como herederos sustitutos a los pobres de Inglaterra  de no hacerse efectivo la construcción del nuevo hospital, habiendo en el país grandes cinturones de miseria y de exclusión, especialmente de mestizos y la mal llamada población indígena (ya Sheila Castellanos en su texto “Patología de una nación” nos comenta que el siglo decimonónico se caracterizó por el maltrato que se le daba al indígena; para expresarse a esta clase social se hacía uso de términos peyorativos o despreciativos de corte médico como “gangrena”, “enfermedad”, “cáncer”, “tumor”, “peste”, entre otros).


El ubicar el  Hospital Rosales  en los suburbios del poniente de la capital obedecía a que, para ese entonces 1891, la normativa internacional declaraba que los centros hospitalarios deberían estar en la periferia de las ciudades. Sin embargo mucha gente criticaba el lugar seleccionado, pues en aquellos días estos terrenos eran fincas de café “en las faldas del volcán de San Salvador” y estaba lejísimos del centro de la ciudad. No obstante a las críticas prontamente se levantaron los cimientos de la nueva estructura, la cual estuvo a cargo del destacado maestro de obra de Don Juan Azucena y dirigido por el prestigioso ingeniero Don Andrés Bertrand.


Algunas otras remembranzas relacionadas con la historia de los servicios de salud en el país que se destacan están: La inauguración del Hospital Benjamín Bloom -HBB- (para niños mayores de dos años) el  6 de noviembre de 1928; la promulgación, en 1930, del nuevo Código de Sanidad; la apertura de la 25 avenida en 1936 (que le dará mayor conexión al  Hospital Rosales). Para este mismo año las Alcaldías destinan 5% del presupuesto a higienización y saneamiento.  El 14 de octubre de 1946, se crea mediante Decreto de Asamblea Legislativa, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social. En 1948 el primer ministro de salud fue el Dr. Eduardo Barrientos. El 14 de julio de 1943, se funda el Colegio Médico de El Salvador, presidido por Dr. José Mendoza.

El 28 de septiembre de 1949 se decretó la primera Ley del Seguro Social (decreto 329), casi dos meses después (23 de diciembre) se crea el Instituto Salvadoreño del Seguro Social -ISSS-.

Ya para 1953 el sistema de salud contaba con  22 hospitales generales y un consolidado de más de tres mil camas; estaban habilitados los servicios de medicina, cirugía y maternidad; los niños y niñas estaban hospitalizados en las mismas salas de hombres y mujeres;  algunos hospitales contaban con salas especiales para niños, hasta los diez años. El  HBB (ubicado en el edificio Bloom de la calle Arce) dispone de 125 camas. Los médicos, dentistas, enfermeras y personal auxiliar están mal distribuidos: Del total de 300 médicos en todo el país, 250 practican medicina; los 50 restantes se dedican a labores administrativas; el 60% de galenos viven en la capital; 14% en Santa Ana y el resto estaba diseminado en las ciudades más importantes del país.

El proyecto de constitución del Centro Médico Nacional sufre una nueva  fractura  cuando en 1962 se decide trasladar el Hospital Pediátrico Benjamín Bloom  al final de la Avenida Universitaria, entre el  Bulevar Juan Lindo [hoy Bulevar “Los Héroes” (de la guerra contra Honduras en 1969 o de las 100 horas)] y la 25 Avenida Norte. Parte de lo que hubiese sido el Centro Médico Nacional lo constituiría el hospital “La Merced”, en esa época propiedad de don Orlando De Sola padre, situado  sobre la 25 Avenida Norte y Calle Arce.

Ya Michel Foucault, filósofo francés del siglo pasado, haciendo referencia a la enfermedad y a los hospitales comentaba que el tratamiento de cualquier patología es en el hogar, ya que éste es la génesis de la familia. La creación de los hospitales va contra esa naturaleza. Pero para subsanar esta situación,  los médicos de vocación -y no de profesión- deben ponerle sensibilidad y humanización a estos complejos sanatoriales.

El Hospital Rosales es, en realidad, una  ciudad centenaria con vida propia que cuida de la salud de nuestro pueblo.

Finalizo remarcando que  queda un enorme reto para las autoridades sanitarias el generar un proceso sistemático mediante el cual se logre (re)inventariar las propiedades del Hospital Rosales;  reunir dichos inmuebles mediante escritura pública; recuperar las propiedades pendientes de legalizar a nombre de la institución y reevaluar, si es necesario, sus instalaciones mediante la información recabada.
 
Fotografías cortesía de Luís Regalado, técnico en audiovisuales del MINSAL.

No hay comentarios:

Publicar un comentario